
Hoy os proponemos un nuevo capítulo dedicado a las maravillas que ofrece Tanzania. Antes ya os habíamos hablado del Kilimanjaro y los parques nacionales de Tarangire y el de Serengeti. Este post describe el área de conservación del Ngorongoro, pero nos centramos sobre todo en el cráter homónimo, una de las joyas naturales que nos ofrece el planeta.
El recorrido entre Arusha, punto de partida de la mayoría de visitas a los parques del norte de Tanzania, y la zona de alojamientos del cráter del Ngorongoro es de unos 170 kilómetros hacia el oeste. Los turistas que se dirigen hacia esta área, primero suelen detenerse un día entero o incluso dos, en el Parque Nacional de Tarangire, uno de los atractivos de la ruta. Finalizada la estancia los vehículos 4×4 prosiguen siempre dirección a poniente, atravesando pequeñas poblaciones rodeadas de tierras de cultivo bastante yermas. Conforme se gana altura aparecen plantaciones de cafetales. Luego, cuando el terreno se vuelve montañoso acaba el asfalto y se llega a la puerta del Área de Conservación del Ngorongoro. Una breve parada para permitir que los guías formalicen la entrada del vehículo y se reanuda la marcha a través de un bosque que rodea la pista de tierra roja.
Justo llegados al lado del cráter, a una altura aproximada de 2.900 metros, es donde se alzan los alojamientos. Dentro del cráter está prohibido construir e incluso no se puede acampar. Algunos hoteles gozan de una vista excepcional. Una clienta nos escribía: “Al llegar al hotel, por fuera parece que estemos rodeados de selva, pero al entrar vemos una inmensa terraza con el cielo azul delante. En la habitación toda la pared frontal es de vidrio y me siento como un pájaro volando sobre una extensión grandiosa de tierra a 600 metros por debajo de mí, estamos colgados encima del cráter. Incluso desde aquella distancia y sin binoculares se ven unos puntos pequeños que son los elefantes. Magnífico, impresionante, se me puso la piel de gallina. Quizás es de los lugares más bellos he que visto nunca. “
El descenso al cráter se realiza a primera hora de la mañana, cuando todavía hace bastante frío (no hay que olvidar que pese a estar casi en el ecuador, la altura del lugar está cerca de los 3.000 metros). La hilera de vehículos sigue un orden riguroso. De todas las zonas protegidas de Tanzania, ésta es la más sensible y para preservarla se ha optado por un número clausus para entrar.
Una de las primeras cosas que llama la atención es ver algún rebaño de ganado, conducido por un par de masái. Es precisamente la presencia de los nómadas masái, lo que diferencia esta zona protegida de otras. Mientras que todas las del país que tienen la consideración de parques nacionales en su territorio no se puede realizar ninguna actividad humana, con excepción del aprovechamiento turístico, aquí se permite la ganadería tradicional y por esto y sólo en este caso se le aplica al parque la consideración de área de conservación.
La superficie protegida dentro del Área de Conservación Ngorongoro (809.440 ha), supera con mucho el cráter, la primera atracción del lugar y primera zona que recibió un tratamiento especial en el año 1959, cuando se separaron el parque nacional Serengeti y el cráter de Ngorongoro. La segregación del Serengeti vino dada por la coexistencia en el Ngorongoro de la protección de vida silvestre y la práctica de los pastos tradicionales de los masái. Ahora, después de una serie de ampliaciones, el área de conservación engloba también el cráter de Empakaai, con su lago interior; el volcán sagrado de los masái del Oldonyo Lengai; las gargantas de Olduvai, famosísimas por ser el lugar considerado la cuna de la humanidad después de que el matrimonio Leakey descubriera en 1959 los restos del homínido más antiguo (Zinjanthropus boisei) y desde el año 2010, la protección se ha ensanchado para ajustarlo al sitio de Laitoli, donde se han encontrado las huellas fósiles de los primeros homínidos, con datación de 3,6 millones de años. El territorio abarca diferentes tipos de ecosistema, así se encuentran zonas baldías, sabana, bosques de sabana y selva.
El cráter del Ngorongoro es la caldera volcánica no inundada más grande de la Tierra. El diámetro oscila entre los 16 y los 19 kilómetros y el fondo del cráter tiene 26.400 ha. Las laderas de la caldera se alzan entre 400 y 610 metros sobre el nivel del fondo. Parece ser que la formación del Ngorongoro se debe a la explosión y posterior hundimiento de un gran volcán que habría llegado a una altura de 5.800 metros. Esta zona del mundo sufrió grandes alteraciones entre el terciario tardío y los primeros tiempos del mesozoico. Una dislocación masiva al oeste del valle del Rift podría haber sido la causa del colapso del volcán original.
La concentración de fauna en el fondo del cráter es uno de los mayores espectáculos de la Tierra. Aquí se encuentran representados los “5 grandes”: leopardo, león, elefante, búfalo y rinoceronte. En el cráter del Ngorongoro la caza está prohibida desde el año 1928, pero esto no ha sido obstáculo para la actuación de los furtivos, hasta que ya hace algún tiempo, se estableció un grupo de rangers encargados de la vigilancia constante de toda la caldera del Ngorongoro, evitando de este modo la continuada persecución de los grandes animales y en especial de los rinocerontes negros. En 1964 había unos 108 rinocerontes y 1995 se tenía constancia de sólo entre 11 y 14 ejemplares. Ahora, el número de este gran animal en peligro de desaparición parece que sea secreto, pues en ningún lugar hemos encontrado cifras que digan cuantos ejemplares quedan; eso sí, hay algunos, pero no demasiados. Las jirafas son ausentes en este ecosistema prodigioso. Se dice que no se encuentran dada la dificultad que tienen para bajar las escarpadas laderas de la caldera, su altura de su cuello se lo impide. Tampoco se encuentran allí ni impalas ni cocodrilos.
En el área de conservación se contabilizan unos 25.000 grandes animales, sobre todo ungulados. La proporción de predadores había sido la más alta de África, pero la población de leones que viven de manera permanente dentro del cráter ha disminuido de forma significativa en la última década, aún así hay suficientes para asegurar que los visitantes tengan ocasión de poderlos contemplar. De manera excepcional, y con motivo de la gran migración anual de mamíferos entre esta parte del noroeste de Tanzania y el Parque Nacional Maasai-Mara de Kenia, cruzan el territorio del área hasta un millón setecientos mil ñus, unas 350.000 gacelas, de las especies Thomson y Grant, 260.000 cebras y un número no determinado de predadores y carroñeros como son familias de leones, hienas y chacales que siguen la gran masa de ungulados.
Las poblaciones más importantes de leopardos se encuentran en las laderas externas de la caldera, pero son frecuentes sus incursiones en el cráter. La presencia del guepardo, común en el territorio del área de conservación, es muy raro verlo en el interior del cráter. El perro salvaje o licaón ha desaparecido dentro del volcán, en cambio se encuentra en las llanuras cercanas. Se han contabilizan hasta 500 especies de aves.
El variado clima y las diferentes altitudes del cráter conforman varios hábitats. Abundan las praderas, pero también se encuentran dos bosques formados principalmente por Acacia xanthonhloea y Rauvolfia caffra; hay lagos de agua dulce con presencia de hipopótamos y anchas extensiones salobres, donde se acumulan los flamencos. Las precipitaciones en la parte alta del cráter van entre 800 y 1.200 mm anuales, mientras que en el interior la cifra se reduce a unos 400-500 mm. La época de más lluvia es en los meses de abril y mayo; hacia diciembre suele haber otra tanda de precipitaciones, llamada de “las pequeñas lluvias”.
En la garganta de Olduvai es donde se concentra el grueso de los hallazgos que se han hecho de los primeros homínidos. Todo empezó en 1911, cuando el profesor Kattwinkel, un entomólogo alemán que buscaba mariposas y observó la presencia de restos fosilizados de grandes mamíferos. En 1931 una expedición dirigida por el profesor Louis Leakey desenterró las herramientas de piedra más antiguas que se conocían. En 1956, Mary Leakey, la esposa de Louis, hace el descubrimiento crucial: el Zinjanthropus boisei, actualmente clasificado del género Paranthropus. Aquel hallazgo reafirmó las tesis de Charles Darwin, cuando decía que el hombre descendía de un simio. Los restos encontrados en 1956 fueron popularizó la frase de que África es la cuna de la Humanidad. En la actualidad se siguen realizando estudios paleoantropológicos en toda la zona. Algunos de los hallazgos de la primera expedición del matrimonio Leakey se pueden ver en el pequeño museo de Olduvai.
El Área de Conservación del Ngorongoro está inscrita en las listas del Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 1979.
La agencia de viajes Muztag ofrece varios programas que incluyen la visita al cráter del Ngorongoro y su entorno, incluyendo las gargantas de Olduvai.